El 75% de los niños y los adolescentes en situación de vulnerabilidad social en España sufre algún tipo de inseguridad alimentaria o, lo que es lo mismo, encuentra dificultades para acceder a alimentos que sean nutricionalmente adecuados para su crecimiento, salud y bienestar. Aunque puede haber otros, la pobreza es uno de los factores que más limita el acceso a una dieta completa, variada y de calidad, hasta el punto de que pocentaje de menores con obesidad se duplica en los hogares con menos ingresos.

Esta es una de las conclusiones del estudio piloto Vulnerabilidad social como predictor de hambre oculta y adecuación nutricional en población infanto-juvenil en áreas metropolitanas de España, que han presentado esta mañana el Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad (IUAyS-CEU) de la Universidad CEU San Pablo y Fundación MAPFRE. El objetivo del trabajo, que se ha llevado a cabo en 175 menores en áreas metropolitanas de España, es investigar qué relación tiene la posibilidad de llevar una dieta nutritiva y adecuada con el poder adquisitivo, el nivel de desigualdad o discriminación y el estatus social. Ya hay algunos estudios que, por ejemplo, han demostrado que la inseguridad alimentaria está relacionada con un impacto negativo en su desarrollo, afectándoles especialmente en el ámbito académico.

Hambre oculta

La Organización Mundial de Salud (OMS) define a la "hambre oculta" como una deficiencia de micronutrientes que se produce cuando el patrón de alimentación no es suficientemente variado, dando lugar a un consumo insuficiente, deficiente o inadecuado de alimentos (frutas, legumbres, verduras y hortalizas, carne y pescado, lácteos y grasas de origen vegetal). Una situación que no solo afecta a los individuos que viven en situación de escasez alimentaria, sino también a los que consumen alimentos en exceso. Sin embargo, y como exponen los autores en el trabajo, la pobreza es uno de los factores que más limita el acceso a una dieta completa, variada y de calidad.

Del total de la muestra, el 29% presenta una situación de inseguridad alimentaria severa. Al analizar de forma específica la población que presenta algún tipo de inseguridad alimentaria, uno de cada cuatro (27%) reconoce que se ha ido alguna vez a dormir con hambre por falta de comida. Asimismo, más de la mitad (54%) de estos menores ha estado preocupado por la falta de algunos alimentos en su hogar en el último mes. El 47% afirma que, tanto ellos mismos como alguno de los miembros del hogar, tuvieron que comer alimentos que no querían por falta de recursos. Incluso el 23% ha indicado que tuvo que hacer menos comidas en un día porque no había suficiente comida, y el 11% ha asegurado que pasó un día y una noche enteros sin comer nada porque no había bastantes alimentos.

Malnutrición

Los autores señalan que la dificultad de acceder a alimentos hace que las carencias nutricionales se comiencen a observar a edades cada vez más tempranas, también en los países desarrollados. En este sentido, en España, que es uno de los países de la Unión Europea donde se da una alta correlación entre la tasa de riesgo de pobreza infantil y de obesidad, el porcentaje de niños con obesidad se duplica en los hogares con menos ingresos (23,7%), en comparación con los que tienen más (10,5%).

Aunque la dieta mediterránea es uno de los modelos dietéticos más saludables que existen en la actualidad, ya hay evidencia científica que confirman que cuanto más alto es el nivel de educaicón y socioeconómico, mayor es su adherencia. Por eso el estudio muestra que tan solo el 15% del total de la población infanto-juvenil analizada presenta una adherencia alta a este modelo. Otro 57% tiene una adherencia media y un 28% una adherencia baja.

Hay factores individuales que se relacionan con esta baja adherencia a la dieta mediterránea en la infancia y adolescencia (preferencias y aversiones, desconocimiento sobre nutrición o biológicos), factores colectivos (económicos y sociales); el sedentarismo (videojuegos y televisión) o una baja tasa de actividad física deportiva. A esto suman que "el consumo de alimentos mediterráneos, como la verdura, la fruta o el pescado ha quedado desplazado por la ingesta excesiva de alimentos como carnes rojas, embutidos, productos azucarados o precocinados, o aperitivos salados".

Consumo excesivo de grasas y ultraprocesados

En general, han visto que se están produciendo cambios de los patrones alimentarios en todo el mundo, y una característica común es que se están sustituyendo los alimentos mínimamente procesados por los alimentos moderadamente, altamente o ultraprocesados.

De hecho, según este estudio preliminar, ninguno de los niños y adolescentes analizados sigue un patrón de dieta saludable: el 70% lleva una dieta que necesita cambios significativos y el 30% restante una poco saludable, un dato que concuerda con la baja adherencia a la dieta mediterránea.

En este sentido, del total de la población analizada, la mitad no consume fruta a diario, una cifra que asciende al 71% en el caso de las verduras. Además, solo el 57% consume aceite de oliva en casa como principal grasa culinaria, clave en la dieta mediterránea, pero a día de hoy con un precio inasumible para muchas familias.

Otro dato que deja el trabajo es que el 63% no toma diariamente más de dos raciones de lácteos, y el 51% ni siquiera consume una, pese a que la SENC recomienda tres raciones al día en el caso de la infancia y cuatro en la adolescencia. Tampoco se cumple la ingesta recomendada de pescado y marisco, con un 90% de encuestados que no lo incluyen en su menú a diario, aunque la dieta mediterránea promueva el consumo una media de tres o cuatro racioens a la semana.

Además, el consumo de hidratos de carbono y de grasa se encuentra por encima de lo estipulado y las ingestas de vitaminas B5, B8, B9, D y E, así como de calcio, magnesio, hierro, yodo y zinc, presentan insuficiencias. "Estas deficiencias en micronutrientes esenciales durante la etapa de crecimiento son muy preocupantes, ya que están estrechamente relacionadas con el posible desarrollo de enfermedades de tipo cardiovascular, diabetes u osteoporosis", aseguran en el informe.

Para los autores resulta "muy llamativo y preocupante que, de un total de 26 indicadores de ingesta analizados, en 13 de los mismos no se cumplen las recomendaciones".

Hábitos menos saludables

Respecto a hábitos menos saludables, el trabajo destaca que el 33% acude a restaurantes de comida rápida una o más de una vez a la semana y el 25% consume dulces o golosinas varias veces al día. "Son totalmente contrarios a los principios de la Dieta Mediterránea, ya que este tipo de establecimientos son fuente de comida ultraprocesada (patatas fritas, hamburguesas, pizzas entre otros), rica en sal y grasas (especialmente saturadas), y las golosinas y dulces son una alta fuente de azúcares", afirman.

Como última conclusión, los autores consideran que de este estudio piloto no representativo "se deriva claramente la necesidad de más trabajos de investigación dirigidos a grupos vulnerables, una vez hemos conocido el alcance de la inseguridad alimentaria en la muestra de población analizada".

Así, concluyen que "las encuestas y los análisis realizados a partir de este trabajo nos proporcionan inicialmente una valiosa información para establecer nuevas hipótesis que sirvan como guía para esarrollar nuevos planes".