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Lunin, el héroe de la Champions que se forjó en un pequeño piso en Lugo de Llanera: “Lo primero que hizo fue comprar césped sintético para entrenarse”

Ex compañeros en Oviedo del portero del Madrid recuerdan cómo se esforzó durante el confinamiento en 2020: "Cuando volvimos de la cuarentena, volaba"

Lunin, en El Requexón LNE

Una de las primeras peticiones de Andriy Lunin cuando aterrizó en Oviedo, enero de 2020, sorprendió a algunos integrantes del staff: "Quiero entrenar más". Venía el deseo de un chico de apenas 20 años, pero con una mentalidad trabajadora como pocas se habían visto en El Requexón. El Oviedo se adaptó a las necesidades del portero, cedido por el Madrid en busca de minutos, pero irrumpió el covid y la Liga se paró. Fue entonces cuando se confirmó la sensación inicial: Lunin era un adicto al trabajo. Lo demostró cuando se transformó su pequeño piso en Lugo de Llanera, "tendría unos 40 metros cuadrados", en un improvisado campo de entrenamiento.

Lunin se convirtió en la estrella de los cuartos de final de la Champions League, el héroe de un Real Madrid que aún busca explicación a cómo logró salir vivo del tiroteo del Etihad. Un motivo de peso fue la actuación del ucraniano, un muro durante los 120 minutos, pesadilla del City de Guardiola, y un gigante en la tanda, donde detuvo dos penaltis. Nada sorprendente para los que le conocieron en El Requexón.

¿Ya en Oviedo era especialista en penaltis? "No sé si era especialista, ¡pero es que era un porterazo!", responde con naturalidad Sergio Segura, acual entrenador de guardametas del Vetusta y en aquel momento en el primer equipo. Él fue de los que más trató a Lunin. Y el que relata su predisposición durante todo el confinamiento.

Lunin, ayer en el entrenamiento del Oviedo. REAL OVIEDO

"Lo primero que hizo fue comprarse césped sintético", señala Segura. Ni el encierro ni un salón tan pequeño fue impedimento para que pudiera entrenarse. "Todos los días quitaba el sofá y los muebles y extendía el césped sintético para poder trabajar en su piso. Mira que era complicado en aquel salón, pero en el confinamiento hizo portería a tope", recuerda Segura.

Eso, lo del césped sintético, fue solo el primer paso. Luego, Lunin compró botas de presoterapia para la recuperación de sus piernas, chalecos lastrados para trabajos más exigentes, un reboteador para lanzarse balones e incluso un cubo de tamaño XXL para meter las piernas en hielo tras los entrenamientos. En apenas unos días, su minúsculo salón del humilde piso de Lugo de Llanera se convirtió en un pequeño Requexón.

"Cuando volvimos de la cuarentena, volaba"

Alberto Martínez - Expreparador físico del Oviedo

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"Cuando volvimos de la cuarentena, volaba", recuerda Alberto Martínez, que era el preparador físico de Rozada y de Ziganda, los entrenadores de Lunin. "Era muy autoexigente y profesional. Siempre quería entrenarse más". Lo agradeció un Oviedo en apuros que sostenido por la tranquilidad del ucraniano salvó el año más complicado desde su regreso al fútbol profesional. Lunin jugó 20 partidos, encajó 20 goles y mantuvo al equipo erguido en más de una ocasión.

En Oviedo, también mostró sus dotes para los penaltis: le lanzaron siete en ese periodo y detuvo 3: a Albacete, Cádiz y Deportivo. "Había un estudio previo, pero también es intuición", matiza Segura. Se vio en el Etihad, con una actuación colosal coronada en la tanda de penaltis.

El Madrid aspira ahora a otra Champions y buena parte de la culpa la tiene un ucraniano que en Oviedo vivió su particular mili y que en un pequeño salón se preparó para lo que le venía. "El fútbol le debía esto", coinciden Alberto Martínez y Sergio Segura.

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