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Los dos hitos que pusieron a Oviedo en la primera división de la música clásica (y que ahora cumplen 25 años)

La inauguración del Auditorio y la creación de la Oviedo Filarmonía, hace ahora un cuarto de siglo, asentaron el crecimiento de la oferta musical local y la situaron entre las mejores del país

Concierto inaugural del Auditorio, el 29 de abril de 1999. Nacho Orejas

Seis años antes de la inauguración del Auditorio Príncipe, en 1993, la temporada de ópera abrió por primera vez uno de sus ensayos generales al todo el público y las colas para entrar a ver el "Macbeth" de Elana Herrera llegaron hasta San Juan. Pasó lo mismo al año siguiente con "Nabucco". Oviedo, a punto de meterse en el nuevo milenio, hacía mucho tiempo que había roto el círculo melómano limitado a unas élites burguesas. A lo largo de los años ochenta, durante los gobiernos de Antonio Masip y de la mano del profesor Luis G. Iberni, también se había iniciado otra línea de programación con "los conciertos del Campoamor". La ciudad estaba muy lejos de aquella en la que Anselmo González del Valle tenía que comprar y regalar todas las entradas para llenar los programas de aquella primera Sociedad Filarmónica. Fue en ese contexto de ganas de música y equipamientos muy saturados cuando la creación de la Oviedo Filarmonía (6 de febrero de 1999) y la apertura del Auditorio Príncipe Felipe (29 de abril de 1999) vinieron a asentar y catapultar la programación de la clásica en la ciudad, poniéndola al nivel de las mejores del país.

l El entonces Príncipe Felipe descubre su placa en presencia de Gabino de Lorenzo y del presidente Areces. LNE

Cosme Marina, continuador de la labor de Iberni en Oviedo y principal director artístico de esta oferta cultural, resume aquel salto como el paso de "los festivales" a "la temporada". La música que se podía escuchar en Oviedo se concentraba en unas fechas muy concretas. La ópera había pasado de ocupar poco más de dos semanas en torno a San Mateo a un mes largo. También se concentraban los conciertos del Campoamor y desde 1992 se habían iniciado las Jornadas de Piano (con patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA) y una semana de música de la Universidad. También había comenzado el festival de Zarzuela, pero el Campoamor no daba para más. El teatro principal de la ciudad tampoco era adecuado para determinadas orquestas, que exigían un recinto específicamente diseñado para la actividad sinfónica. De esa forma, la construcción de un nuevo Auditorio provocó toda una serie de beneficios colaterales para los músicos, la música y los espectadores. Desde el punto de vista urbanístico, era una idea con la que Gabino de Lorenzo llevaba algunos años jugando y que había ido cambiando de parcela y de autor. Se barajaron los terrenos del matadero, donde hoy está el centro comercial de Los Prados, y los viejos depósitos de Pérez de la Sala. Rafael Moneo llegó a presentar un proyecto para las dos parcelas pero finalmente lo diseñó Rafael Beca en una esquina de la plaza del Fresno. La decisión, sugiere Cosme Marina, fue, a la postre, un acierto, pese a que en ese momento jugaba a la contra de la tendencia a ubicar este tipo de equipamientos en barrios más periféricos. El público que iba a los conciertos en la ciudad estaba acostumbrado a la centralidad y la ubicación benefició al Auditorio, que pasados sus dos primeros años de novedad mantuvo el tirón del público.

Público asistente a la inauguración del Auditorio. LNE

Y si el Auditorio permitió iniciar en Oviedo una programación que hasta entonces no se podía desarrollar por la ausencia de un recinto adecuado, la puesta en marcha de una nueva sinfónica, entonces Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo (OSCO), luego rebautizada como Oviedo Filarmonía, ayudó a que la Ópera y la Zarzuela pudieran crecer. De esta forma la ciudad pasó a tener una verdadera temporada, que se iniciaba en septiembre y llegaba hasta el verano. En el Auditorio Príncipe Felipe, superados los problemas iniciales de una inauguración que se realizó con el edificio todavía en obras (tardaría mes y medio en rematarse los trabajos), la apertura del equipamiento permitió dar un salto de segunda a primera división en lo que a orquestas se refiere. De esta forma en Asturias se pudo escuchar a agrupaciones que nunca habían estado aquí, a la Filarmónica de Nueva York o a la London Symphony. La incorporación de Oviedo a esos circuitos exigió, en aquellos primeros años, que esas prestigiosas orquestas enviaran primero especialistas a la ciudad para juzgar lo adecuado del espacio.

Inspectoras de la Filarmónica de Nueva York comprueban la idoneidad del recinto. LNE

Los beneficios colaterales se multiplicaron. Hasta entonces, la Orquesta Sinfónica del Principado ensayaba en el auditorio del conservatorio. Al incorporar su sede oficial al Auditorio, la orquesta mejoró y el conservatorio pudo gestionar mejor sus horarios de actividades docentes. Además, también alivió la programación del Campoamor, que de esa forma pudo asumir el estirón de la ópera y la zarzuela.

El proyecto de Moneo para Oviedo. LNE

En el Auditorio se pudieron ver entonces no solo orquestas que los melómanos asturianos no soñaban con tener nunca en su tierra, sino también proyectos sinfónicos corales muy grandes para los que tampoco existía antes un recinto adecuado.

Rafael Beca, que diseñó el edificio del auditorio. LNE

La apuesta musical creció y se asentó en una nueva categoría, pero el salto no siguió reproduciéndose en el tiempo. Pasado ahora un cuarto de siglo desde la puesta en marcha de las grandes estructuras de la oferta clásica en la ciudad, llama la atención que el volumen de la programación no haya seguido incrementándose. La crisis de 2008 dejó, en parte, tocada la inversión cultural. La ópera se acabó quedando con sus cinco títulos y la zarzuela bajó de hasta 6 producciones con cuatro funciones cada una a los cuatro montajes con dos sesiones que hay en la actualidad.

¿Qué se puede pedir para el futuro? Cosme Marina es rotundo: "el primer reto es que de una vez por todas se haga la reforma del Auditorio para resolver los problemas de seguridad que arrastra de años y que vuelva a estar a pleno rendimiento". El otro deseo es que el Príncipe Felipe rompa con su tendencia y empiece a acoger "más músicas en sus salas". "Gana en cuanto la oferta esponja un poco", razona Marina. "Está claro que la música clásica tiene su hueco, pero de cara al futuro sería deseable que conviviera con otros ecosistemas, que se ganase en otros públicos".

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