El escritor y poeta llanisco Pablo Ardisana (Hontoria, Llanes, 1940-2017), uno de los autores más relevantes de la literatura en asturiano del último tercio del siglo XX, logró en 1976 la licenciatura en Historia. Ese año, el 14 de mayo, anotó en unas notas de clase: "Quizá sea esta la última clase. Son cinco años menos ya. Recuerdo la primera clase. Fue con don Gustavo [Bueno]. Entonces creía una serie de cosas que ahora no creo, ahora creo otras que antes no creía. Mis creencias de ahora son creencias escépticas: creo lo que no creo".

Esta cita es prueba del carácter y talento de un autor amante de la conversación y la tertulia, soberbio narrador de historias locales aprendidas de sus mayores y cuyos problemas físicos (sufría acondroplasia) limitaron sus movimientos más allá de Llanes, donde el deterioro del entorno natural siempre le preocupó. Y este texto está contenido en su archivo personal, custodiado en el Muséu del Pueblu d’Asturies, que lo ha inventariado recientemente. El archivo ha sido donado por José María, hermano del poeta llanisco y está compuesto por "cuadernos y hojas escritas a mano con poemas, borradores de cartas y artículos; numerosas cartas de escritores, amigos y amigas, entre las que destacan las correspondencias de la filóloga María Josefa Canellada (una de cuyas cartas se reproduce en esta página), la mezzosoprano Teresa Berganza y varios escritores jóvenes en lengua asturiana; apuntes de clase, diarios y anotaciones memorialistas, artículos periodísticos, fotografías familiares; libros dedicados... Abarca desde 1964 a 2004", explica Juaco López, director del Muséu del Pueblu. Este archivo se suma al legado de otro de los hermanos de Pablo Ardisana, Juan, fallecido en 2022, que dejó más de 25.000 fotografías en blanco y negro y diapositivas en color, también desde los años sesenta y hasta mediada la primera década del siglo XXI. "Son dos archivos que se complementan pues ambos hermanos tenían unos mismos intereses por la naturaleza, el vivir campesino y la condición humana", apunta Juaco López.

Juaco López, Pablo Ardisana y el geógrafo Francisco Quirós, en 2006. Juan Ardisana

"Los Ardisana –detalla el director del Muséu del Pueblu d’Asturies– son una familia de variadas aficiones: la lectura, Antonio Machado, por el que Pablo sentía una ‘devoción insobornable’, el paisaje y la naturaleza, la música clásica, el flamenco, los bolos, los toros, el fútbol, las vacas y las flores. Algunas son heredadas. El padre, que terminó sus estudios en la Escuela Normal de Oviedo en 1932 con 19 años, tuvo destino en la villa de Llanes, pero cambió ese puesto por Cuerres porque quería ser un maestro rural, y transmitió a sus hijos el interés por el campo, las vacas, el maíz, las patatas y la naturaleza". Reflejo de ese amor por la vida tradicional, en su archivo Pablo Ardisana dejó escrito: "En aquel tiempo había una manera de vivir que fue extinguiéndose, definitivamente, en los últimos treinta años. Era una comunión de los seres humanos con los dones y dificultades de la naturaleza: el vivir campesino". Era un vida en la que "se trabajaba mucho para tener poco". "Pero que los Ardisana querían y admiraban", añade Juaco López.

Pablo Ardisana publicó su primer poema en 1970 cuando ganó un concurso literario en el instituto de Llanes. Después daría a la imprenta seis poemarios. En 1985 publicó una antología del poeta Celso Amieva y en 2001 fue uno de los autores españoles seleccionados para la antología "Iberia poliglotta", editada en Colonia.

Una de las joyas del archivo de Pablo Ardisana es la felicitación navideña que la escritora María Josefa Canellada le envió en diciembre de 1985. Esta es la transcripción:

"Mira, Pablo: tú non lo sabes. Pero l’ablanera sigue tó los dís iguando cucuruchinos de castañes pa dáyoslos a tou el mundiu. Co la saya y el mandilín bien usaos, cola medida vieya, de madera prieta y relluciente, toa espicotiada, anda repartiendo castañes. Pero ya non son aquelles gordes y llucies, les baldunes, que tenín un rellumu nidiu y apretau.

Agora tán magostaes. El so golor prestosu enllenó toa la tardi asombría, murnia y aguxanada.

Esti vafu de calorín, xunt’al fumeru, en escañu caliente, fizo fuxir la llerza los pinganexos del horru, y toa la tardi s’enllenó d’ello. Entós l’alma atopóse n’un finxu d’atenrecimientu col golor del magüestu.

La to ablanera no muerre tovía. Ruémpense los reloxes, y ella sigue ferrial y llena brenga.

Gracies al to llabor de poner les pallabres ensartaes una con otra, en so llugar precisu, como ñaz el arfueyu nos pumares.

Que se callen los paxarinos, que se callen los voladores nes romeríes, y que se callen los airones nos castañeos fondos.

Que nin siquiera los rapazos armen xareu al salir de l’escuela, nin tampocu les pegarates lloques ena rodiada: que Pablo tien que siguir escribiendo les sos coses, en medio‘l silenciu nadaliegu, como ñaz el arfueyu nos pumares".