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LNE FRANCISO GARCIA

El Día de la Tierra de cada día

Una celebración anual que compromete a la Humanidad en su conjunto

Celebramos todos los días del año tanta efeméride peregrina, estúpida y sin sustancia que nos olvidamos de hacer una parada reflexiva cada 22 de abril, tal que ayer, para conmemorar el día del planeta que habitamos y promover la concienciación sobre las amenazas ambientales que se ciernen en torno a la especie humana y que pueden provocar su aniquilación. Todos los países tienen, en este asunto, una responsabilidad compartida. El Día de la Tierra debería celebrarse cada día.

No estamos para festejar, con los océanos convertidos en estercoleros, los peces alimentándose de microplásticos, los polos derritiéndose y envenenadas de contaminación tantas ciudades. Enhorabuena, estamos consiguiendo en años hitos nefastos que no se vieron en los últimos milenios: la pérdida irrecuperable de insectos y especies terrestres y marítimas a un ritmo sin precedentes.

Conviene no olvidar que no hemos recibido la Tierra en herencia de nuestros ancestros, sino que la tomamos prestada para entregarla intacta a las generaciones venideras. Ya no se trata de pensar qué planeta le dejamos a nuestros hijos, sino en manos de qué hijos dejamos el planeta, si no hemos sabido transmitir a nuestros herederos, muchos de los cuales habitan a diario en la luna de Valencia, el respeto y el cariño por la pequeña esfera achatada de la Vía Láctea que nos sirve, todavía, de alimento y cobijo.

Nuestros malos humos tienen mucho que ver con que habitamos ciudades contaminadas. Nos hemos puesto orejeras que impiden escuchar las quejas del planeta a través de una naturaleza que es nuestro mejor aliado en la lucha contra la crisis climática, absorbiendo más de la mitad de las emisiones de dióxido de carbono de origen humano. Y el pago que le damos es la codicia.

Antes de que la contaminación nos haga un nudo en la garganta hay que bajar de la nube tóxica. No nos quedemos a medias en el cuidado del medio ambiente, comprometámonos con el ambiente entero, que no habrá otra Tierra en Marte si echamos a perder ésta.

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