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Cierra en Gijón la histórica Bodegas ORVI: "Ha sido una vida entera"

La empresa familiar de la zona oeste se despide tras 57 años de servicio y la "unidad" de hermanos por bandera

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El cierre en Gijón la histórica Bodegas ORVI, en imágenes Ángel González

Fue un día de sentimientos encontrados ayer en Bodegas ORVI. Es lo que tienen las despedidas. Y más en un negocio tan familiar, sacado adelante por el empuje de unos hermanos que podrían pasarse horas compartiendo anécdotas. En 1967 echó a andar la empresa, fundada por Andrés Ortego Blanco. Su hijo, también Andrés, estaba al pie del cañón, igual que ahora a sus 80 años. La bodega se ubicó primero en la calle Magnus Blikstad. En 1977, se trasladó a una nave en la avenida Argentina, en La Calzada. Un lugar que encierra recuerdos por doquier y guiños inconfundibles a la esencia vinatera.

"Abrimos un chigre de barrio y la gente empezó a beber vino", rememora Andrés Ortego hijo. ORVI aglutina tres bodegas: "Majuelo", "La Torrica" y "San Andrés". Están a la venta. "No queremos alquilar", comenta Ortego, nacido en Zamora y que trabajó en Francia años antes de que ORVI echara a andar. Ortega tiene grabada la fecha del 19 de abril de 1967. Y la hora, las 17.00. Marcaba el inicio de una fructífera trayectoria. En diferentes roles y siempre arrimando el hombro han estado durante décadas el propio Andrés, Justi, Pepe, Luis, Ricardo, Begoña y también Antonio San Martín, marido de la fallecida Ángela.

Aunque todos ayudaban a todos, había funciones que debían recaer en ciertas personas. Andrés Ortego, que habla por los codos, era el "relaciones institucionales" del negocio. "Algunos hermanos repartían, otros vendían. Yo hacía clientes en la calle. Era lo que se me daba mejor, me decían", declaraba ayer Ortego, que ensalza la "unidad" de la familia para que Bodegas ORVI prosperara. El esfuerzo era titánico. "Mucha fatiga", corroboraba Ortego. "Antiguamente había que estar en las calles hasta altas horas de la madrugada, que los clientes no se hacen solos", subrayó Ortego, para el que la gente "escuchaba más que ahora". Desde luego es una voz autorizada para emitir su opinión. "Ha cambiado la venta de alcohol y vinos en Gijón y en Asturias", aseveró.

Depósitos de vino. Ángel González

La ristra de productos con los que ha trabajado Bodegas ORVI van desde el vino hasta las cervezas, pasando por agua, leche, refrescos, licores y sidras. Se distribuían a hostelería y alimentación. El incremento de la clientela ha ido de la mano del aumento del personal y de la flota. "Crecían los vehículos según crecían los clientes", apuntó Andrés Ortego. "Empezamos con una moto donde cabían siete cajas y a los meses, ya una furgoneta. ¡Qué felicidad! Ya entraban treinta", exclamó.

El mercado de ORVI abarcó, por supuesto, Gijón, pero también Oviedo, Avilés, Villaviciosa, Luanco o Ciaño. La familia echará de menos la planta embotelladora, el pasterizador o las cajas, parte de su rutina durante tantísimos años. "Al principio teníamos muchísimos clientes y luego aumentó la competencia", manifestó Andrés Ortego, que confesaba sentir "tristeza" ayer. "Da pena", admitía. Una sensación en cierta medida compartida por Justi Ortego, que, aun así, prefería quedarse con los buenos momentos. "Estoy contento, ha pasado un ciclo de la vida", decía. "¡Una vida entera!", puntualizaba su hermano Pepe.

"La nave quedará sin servicio. Vendremos a que ventile", bromeaba Andrés Ortego. A partir de abril, Bodegas Tino tomará el testigo para repartir a los clientes de ORVI lo que queda en el almacén. "No dejaremos a la gente tirada", afirmó Ortego. "Hay que quedar bien, no podemos cerrar y marchar", agregó Justi Ortego. Andrés reivindicó el esmero de los hermanos para impulsar el negocio. "Hemos trabajado de verdad", sostuvo. En esta dilatada etapa también han estado en plantilla empleados ajenos a la familia. Justi Ortego ponderó las jornadas maratonianas que se vivían. "Eran de 7 a 21 la mitad de ellas", señalaba.

Andrés Ortego no se quiso olvidar de Sonia Argüelles, una chica que en 1967 le propuso a su padre montar un negocio en aquel bajo de Magnus Blikstad. Tampoco de sus clientes y de la ciudad, con la que se muestra agradecido con el trato. La falta de relevo generacional ha sido una losa difícil de superar para una familia que tiene en Bodegas ORVI su segundo hogar, que baja la persiana definitivamente.

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